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Jannis Kounellis. Laberinto sin paredes

Sin título, 1969. © Estate of Jannis Kounellis, 2025. Fotografía: Mimmo Iodice
Espacio:
Espacio A
Inauguración:
Comisariado:
David Barro

La obra de Jannis Kounellis es un viaje en el tiempo, la odisea de una insistencia o el obsesivo reintegro de unas ideas que han de ser destiladas con un sentido nuevo. Infiltrarse en la historia es como adentrarse en el océano para abandonarse a un laberinto sin paredes. Él mismo acertó a definirse como un hombre antiguo y un pintor moderno. Porque su visión es arqueológica, como una excavación en la memoria que se asienta en una relectura crítica del pasado interpretada desde su particular lenguaje, radicalmente contemporáneo. En este caso, esta exposición emerge como una suerte de pecio a partir de una serie de elementos que aluden al viaje, la migración y los medios de transporte marítimos, fundamentales en la globalización, aunque ya casi obsoletos. Kounellis expresa una añoranza por la pérdida de la dimensión poética del viaje en la era industrial y esta muestra transmite esa sensación de desplazamiento físico y emocional.

La instalación principal está conformada por un conjunto de nueve velas venecianas dispuestas en forma de abanico, evocando historias de navegación, memoria e historia. En esta obra, las velas, que abarcan desde el siglo XVII hasta épocas más recientes, simbolizan el patrimonio cultural de Venecia y su conexión con el Mediterráneo, pero también la nostalgia crítica respecto a la transformación del comercio marítimo y la ausencia de la huella del individuo en la industria de su presente. Estas velas son pinturas que nos recuerdan cómo los veleros eran adornados con marcas que identificaban esos barcos y su tripulación, en muchos casos con formas que suponían cierta protección en su condición religiosa. Es, por tanto, una especie de lamento y homenaje, una advertencia de que cada historia es importante.

La exposición incluye también otra serie de obras con velas que el artista realiza años más tarde, ya entrado el siglo XXI; por un lado, al reutilizar antiguas velas blancas mallorquinas de algodón; por otro, unas coloridas velas italianas que se retuercen como un escorzo caravaggiesco. Tensadas y plegadas sobre marcos de acero, estas velas, que se muestran dobladas y con pliegues, marcadas por el uso, conservan la memoria de su vida anterior en el mar. A través de materiales cargados de significado, Kounellis propone una reflexión sobre la huella humana en los objetos, pero también una reflexión sobre la pintura y sus posibilidades. Todo ello se advierte en otra de sus series más representativas –«Albatros» (2001)– a partir de un conjunto de obras compuestas de secciones rotas de un barco de madera que cuelgan suspendidas frente a placas de acero inclinadas, evocando el desgaste y la memoria de los objetos. Estas obras se acompañan de un enorme fragmento del lateral del mismo barco que se impone a la mirada por su contundencia vertical. Una vez más, en el viaje que emprende el artista está implícita la presencia de un drama que hay que descifrar. Porque Kounellis nunca es un artista neutro y tampoco lo son sus materiales ni los de sus soportes. El peso, como el peso de la historia, es lo que esconde cada material, y también la medida tiene relación con lo que significa ser humano.

«Jannis Kounellis. Laberinto sin paredes» refleja y se asienta en la infancia del artista en el puerto de El Pireo y su vínculo con el mar como espacio de intercambio cultural. Estas obras tienen el aroma del origen, de lo mitológico, del escenario de lo vivido o heredado. El propio artista lo ha descrito en ocasiones diciendo que no existe tradición en frío, y es en esa sensación de viaje donde mejor podemos ubicar su atracción por el laberinto, cuestión que va mucho más allá de sus dibujos. Porque el viaje no es solo un movimiento físico, sino también un viaje vital que va conformando nuestra identidad a través de los cambiantes contextos, lugares, culturas y experiencias que uno va encontrando. Kounellis siempre se sintió fascinado por lo lejano, por adentrase en nuevos horizontes. El desplazamiento es una circunstancia contemporánea, y es en este sentido que tenemos que entender el laberinto, que desde un punto de vista filosófico simboliza el camino iniciático para la sabiduría, una puerta de entrada al desafío intelectual que supone abrazar la incertidumbre y descubrir que en cada esquina habita un nuevo comienzo sin respuesta definitiva, que invita a seguir explorando. El laberinto es así un viaje interior, un abismarse en la búsqueda del centro perdido. El laberinto es el eco de la historia.

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03.12.2025
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