Es Baluard Museu

Paysage Miró. Pintar entre las cosas

Joan Miró, Chevaux en fuite par le vol de l'oiseau-terreur, 1976. Óleo sobre aglomerado al estilo «Pompier», 49 x 74 cm. Es Baluard Museu d'Art Contemporani de Palma, depósito Colección Serra. © Successió Miró, 2025. Fotografía: David Bonet
Espacio:
Espacio A
Inauguración:
Artista:
Joan Miró
Comisariado:
David Barro, Carmen Fernández, Antònia Maria Perelló y Fernando Gómez de la Cuesta

En 1925, hace exactamente un siglo, Miró presentaba un pequeño lienzo casi vacío dominado por un pequeño manchón azul acompañado de la siguiente frase: ceci est la couleur de mes rêves [este es el color de mis sueños]. A modo de contrapeso, en el ángulo superior izquierdo de la obra, escribió la palabra Photo. No semeja una casualidad que lo onírico y la realidad se conjuguen en una obra de quien confesaba soñar cuando estaba despierto en su taller, subrayando que el sueño pertenecía a su vitalidad más que a sus márgenes.

Esas manchas azules volverán a dominar algunas de sus pinturas de los años setenta, en las que las manchas poseen entidad en sí mismas. Los motivos iconográficos desaparecen y el interés del artista por lo humilde llega a su énfasis más radical. La mancha equivale a aquellas pequeñas hierbas que Miró reivindicaba tan importantes como las montañas. Es la condición pictórica como poema. La sencillez de la mancha, azarosa, revela el carácter desprendido de la pintura de Miró, pero también su atrevimiento, como cuando pinta sobre obras ya realizadas, un Miró radical y clave para entender la pintura contemporánea.

El siglo XX ha revelado las fortalezas y fragilidades de la pintura al tiempo que ha abierto muchos caminos que nos permiten narrar su historia más allá de su estructura sintáctica más convencional. Esa tesis se refuerza en la exposición «Pintar entre las cosas», que forma parte del proyecto «Paysage Miró», donde se muestra a Miró como figura propicia desde la que construir una historia de la pintura, ya que desde los años veinte reivindica su intención de ir hacia un arte del concepto. Miró está entonces descubriendo su propio lenguaje, sensible al movimiento surrealista, con quien comparte su intención de ir más allá de la pintura, pero esquivando sus dogmas y paradigmas para experimentar de un modo singular materiales y técnicas. Poco a poco irá convirtiendo la realidad en signos, hasta el punto de reconocer que llegó a perder el contacto con ella. Aunque sus formas nunca dejarán de ser el signo de algo y, en ese sentido, nunca buscará la abstracción como tal. En cualquier caso, en ese alejamiento del mundo sensible podemos afirmar que también influirá significativamente en los procesos y devenires de la pintura abstracta.

Joan Miró es el pintor de los colores abiertos. Si los impresionistas como Monet se destacaron por dar la primacía a las sensaciones visuales, Miró lleva a un terreno inédito esa intención de pintar el color, de aprehender sus vibraciones. Es algo que ya intenta en sus tempranos paisajes de Mont-roig, y de ahí que se incorpore uno de ellos como obra más antigua de este proyecto expositivo, de 1916. Más tarde, los signos y las formas danzarán por el espacio y el color se expande para transformar la mirada del espectador. Miró esquiva así la rigidez de la pintura tradicional y persigue la conceptualización de sus signos pictóricos. Es una pintura que esconde más que lo que muestra.

También algunas de sus esculturas son más fruto de imágenes que de volúmenes, ya que se asientan en una frontalidad muy plana, aunque las dota de corporeidad escultórica. Si a finales de los años veinte Miró entiende la construcción de objetos como una práctica antipictórica y rebelde, a finales de los sesenta asentará en algunas de sus esculturas una suerte de oda a lo pictórico, como en sus bajorrelieves, que se caracterizan por la visión frontal de sus dos caras y unos trazos pictóricos similares a sus pinturas más expresionistas, donde se impone el gesto del pintor.

Las obras de Joan Miró siempre resultan enigmáticas y son fruto de una experimentación sin ataduras. De ahí su recurrencia al dibujo infantil y lo pictográfico primitivo, que le permite proyectar una obra desgarrada hasta el punto de querer «asesinar la pintura». Por eso llegará a quemar y rasgar algunas de sus telas y declaró sentirse incómodo con los posicionamientos más convencionales de la pintura, al tiempo que exagera el espacio pictórico, a veces a partir de enormes manchas y otras desde la transfiguración de lo más próximo. Miró soñó su propio paisaje al pintar entre las cosas.

La exposición forma parte de un proyecto conjunto organizado con el Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía y presentado en cuatro sedes emblemáticas del arte contemporáneo en Palma: la LlotjaEs Baluard MuseuCasal Solleric y Fundació Pilar i Joan Miró a Mallorca, un proyecto interinstitucional para el cual se ha contado con la colaboración de Successió Miró y Galeria Pelaires. Cada una de las cuatro instituciones ofrece su propia mirada y todas ellas componen un mismo paisaje. La selección de Es Baluard Museu incluye obras realizadas entre 1916 y 1978 procedentes de las colecciones del Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía de Madrid, la Fundació Pilar i Joan Miró a Mallorca y Es Baluard Museu.

Organizan:
Colaboran:
Obras incluidas (10)
Joan Miró
Paysage de Mont-roig
1916
No image
Joan Miró
Cercle rouge, étoile
1965
Joan Miró
Dans l’espace I
15/II/1966
No image
Joan Miró
Une boule
1972
Joan Miró
Chevaux en fuite par le vol de l’oiseau-terreur
1976
No image
Joan Miró
Personnage, oiseau
1978
No image
Joan Miró
Femme, oiseau
27/III/1972
Joan Miró
Le Chien d’Ubu
ca. 1977
Joan Miró
El Abanderado
ca. 1977
No image
Joan Miró
Personnage, oiseaux
7.VII.1971-12.VII / 27.VIII.1976
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